Primer día... genial -sarcasmo-

Primer día. Vergüenza. Mucha.

Porque algunos le reconocieron, porque tenía a Deacon cerca, pero ni me dirigió la palabra. Le iba a dar gastritis de la rabia que le daba verlo. Salió a comer algo tibio. El sabor era delicioso.

Llevaba sobre su cabeza un libro viejo. Lo hacía por hobbie. Así practicaba un poco. Y no había mucha gente cerca. Justo iba a tomarlo cuando sintió que alguien la empujó. El libro cayó con estrépito.

Ella estuvo a punto de caer pero sintió una mano. Se sonrojó, sonrió agradecida. No le hubiese gustado caer. Apenas y escuchó la disculpa. Negó y se le escapó una risa cortés- No te disculpes, también fue mi... -cuando terminó de levantar la mirada notó quien era. Retiró la mano del tacto de él, pero estaba aun recuperando el equilibrio.

Sintió que iba a caer, estiró la mano y en el único lugar que la enganchó fue en la nuca de él. Suspendida. Se mantuvo suspendida un segundo mirándole, con la espalda arqueada, algo sonrojada. Maldición. Luego se paró y lo soltó- Buen día, Deacon -murmuró casi en un gruñido. Comenzó a buscar el libro mientras refunfuñaba.

Odiaba eso. La sonrisa victoriosa. Eso le hacía sentir como una víctima más de su encanto. Y no, no lo era. Claro que no. Ella tenía dignidad. Ella tenía orgullo. Pero el corazón se le puso a cien. No sabía porque pero cuando sonreía burlón, era regresar a los pocos buenos momentos juntos. Muy pocos.

Frunció el ceño, no le gustó que se riese así, era demasiado frustrante. No le gustaba que se riese, había intentado ser cordial. Si, intentado, porque con otros era fácil. Con él era un suplicio. Y ahí iba con su cariño, era desesperante. Entreabrió los labios, para quejarse. 'Cariño', odiaba esa palabrita de su boca. Dio un par de bocanadas y prefirió callar.

Apartó la mirada, fúrica, cuando le besó la mejilla. Externamente se mantuvo indiferente, como si se tratase de una pose obligatoria. Ahí reparó en algo, le regresó a ver con una encantadora sonrisa- Tu mano -se giró bruscamente para soltarse de él y poder revisar su libro, sentía que con él hasta su falda parecía frustrarse. Lo peor era verlo sonreír y ella usar esa ropa. Colegiala y él un pervertido.

Escuchó el siguiente comentario y se giró sobre la punta de sus pies, con sus manos unidas a la altura de sus muslos- Hubiese preferido quedarme en Japón -aseguró y encontró su libro, se arrodilló y le sacó el polvo- Lo bueno es que no será un problema para ti mi presencia -le dijo con una sonrisa satisfecha, aún arrodillada.

Hizo un pequeño mohín con sus labios, aquello era demasiado frustrante. Estaba segura, su sueño era amarrar a Deacon a la pata de una cama. Y quitarle la voz.

Estaba segura que el mundo sería un lugar mejor de esa forma. Sin escuchar su voz, sin tener el pulso a mil por hora. Sin distraerse. Y poder dominarlo. Porque se vengaría. Lo sabía. En un futuro sería ella la malvada. Tenían la eternidad y se vengaría ahí. Cuando fuese realmente hermosa, cuando los humanos fuesen solo juguetes. Ahí se vengaría de él.

Soltó un gruñido, sintió sus dientes rechinar cuando le quitó el libro solo para dárselo- "Gracias" -dijo sin separar casi sus labios y apretar el libro contra su pecho. Maldito. Era un idiota.

Realmente había esperado muy atenta. Quería saber que opinaba de que ella estuviese realmente lejos. Pero no paso nada. Claro, lo único que le debía molestar es que no la tenía a la mano para molestarla.

Ahí estaba, molestando, como si fuese tan complicado y su respuesta le irritó más. Le atravesó con la mirada y se levantó. Era un grosero. Usó su mano libre para quitarse el polvo de su falda, en especial por atrás- Tienes razón -dijo pensativa y observó su mano libre de anillo alguno en el anular, cerró los ojos y besó justo donde debería haber un anillo- Nos conviene a los dos. Porque si me tocara usar un anillo, sería fastidioso. Solo yo usarlo y que pregunten.... -se rió. Porque reírse era la mejor forma de no caer en tentación. Maldita sonrisa cínica, su padre era igual.

Era un pervertido. Un completo y absoluto pervertido. Giró los ojos- Por lo menos tu fantasía de verme como escolar ya se te cumplió -gruñó. No le gustó su comentario ¿Qué pretendía? Su corazón latía fuerte cuando dijo eso. Se mordió el interior de su boca, frustrada.

Cuando se acercó, se tensó, perdiendo expresión en su rostro. Desde niña, todo lo que quería, se le daba y odiaba cuando no era así. Y ella no quería que se acercara así y la intimidara. Ella no quería sentir mariposas en el estómago porque de seguro era una tontería- Nada de anillos -murmuró. Aunque solían en el pasado darse a temprana edad.

Y luego se iba ¿Quién se creía?- ¡Ey! -se giró y le siguió, le tomó del brazo con ambas manos y lo jaló- No se te ocurra hacer eso, van a pensar que soy de tu set de fans -le soltó y se acercó a él- Y eso no es verdad -le recordó, se separó y dio un par de pasos frente a él y se giró para verle- Repito, lo genial es que no se note ¿No? -frunció el ceño.

Abrió los ojos por completo. Sus labios se separaron. Las mejillas se le tiñeron de carmesí. Poco a poco se fue enojando. Le dio un golpe en el brazo.

Apartó la mirada. Imaginó como matarlo. En su mente se paseó tantos deseos y formas. Sonrió, su pequeña y satisfactoria sonrisa. Le regresó a ver y se fue calmando. Era un animal. Un absoluto animal- Déjame ver... ¿Ese de shorts muy cortos de cuero, blusa del mismo material de cierre al frente, botas y todos esos juguetes? Ya sabes, esposas, silbato, gorra y placa? -se miró la punta de su zapato. Si era objetiva, no era mala idea.

Deacon era así. Un segundo se enojaba, al siguiente se relajaba, a veces sonreía y luego se asustaba ¡Estaba loco!- Hay no... -puso su mano en su pecho. Le latía fuerte. Emoción o no. Eso la iba a matar.

Era un descarado. Un cínico. Cuando se quejaba de ello con alguien del círculo íntimo de su padre, solo se reían. Su padre, decían, era así. Y entendía porque su tía y él no estuvieron juntos. Pero era un idiota, apretó sus manos, agarrando los costados de su falda y arrugándola- Mi corazón no es asunto tuyo -y antes que dijera algo, había ya dado esa lejanía.

Y siempre sería así. Ella fue con él y le tomó de la mano. Lo jaló sin decir nada. Llegó hasta un árbol y lo apoyó contra este. Donde nadie viese- Me desespero por ser de alguien y me frustro al ver que no me liberas -y a veces temía. Si él dejaba la jaula abierta ¿Ella escaparía?

Prefirió dejar de pensar en eso- Te debo algo -le jaló de la corbata a ella- ¿Recuerdas cuando me enoje con Takamasa en un concierto y no podía regresar. No tenía como llamar a papá. Te llamé a ti -le fue explicando- pero no me contestabas. Mire el celular y dije que si me contestabas te besaría y de inmediato lo hiciste. Me salvaste -respiró hondo y besó la comisura de su boca, sin soltar su corbata, la otra la apoyó en su hombro. Pero al terminar, no se retiró de él.

El era demasiado cruel. A veces deseaba llorar. Todo lo que había soñado era ser libre. No que no lo fuese, pero siempre estuvo encerrada. Tanto la protegían y cuidaban. Luego su madre la vendía. No entendía. Nunca entendió. La tía Halley no era hermana realmente de su madre ¿No? Entonces porque nunca fue libre. A veces creía que su madre no le amaba. Otras veces pensaba que le amaba tanto que le regaló a Deacon. Ahora solo pensaba que él era cruel.

Si le diese la libertad, igual estaría con él. Un siglo atrás, de seguro habría estado llorando en las faldas de su ama de llaves. Hasta sabía quien sería la dueña de ese regazo. Lo odiaba tanto... Y él solo le decía eso. Que se acostumbrara.

En su oído podía escuchar su pulso acelerado. Acaba de cometer una locura. Pero debía pagar sus deudas. Y aunque fuese por una vez, pensar que no estaba en la lista de Deacon. No un juguete. El aroma de él era delicioso, podía llevarlo con ella para siempre. Así, en silencio, hasta creía amarlo.

Él la separó y eso le dolió. Porque pensó que movería su rostro y podría besar sus labios. Pero cuando vinieron sus palabras, se alarmó- No eso.... -y sus labios le acallaron. Luchó por hablar, pero debía ser sincera.

Eso duró un segundo o dos. Al siguiente se sintió poseída. Los labios se rindieron y se separaron. Era el ave de Deacon. Y al parecer cantaría melodías por estos pagos. Solo se apegó a él, no buscó abrazarlo. Eso sería admitir que no solo lo deseaba. La imagen de que era él quien estaba contra el árbol fue grata. En un mundo paralelo ella era quien lo tenía atrapado.

Pero él la abrazaba. Si antes había sido besada así, se le estaba olvidando. Deacon le estaba ordenando ser suya y ella no lo deseaba.

Le demostró lo buena que era. Lo besó profundamente, le dejo entrar. Y era una trampa, capturó su lengua y la succionó un par de segundos. Los hombres fantaseaban tanto con eso.

Pero prefería ser tocada y recorrida a ser abrazada. Abrazada estaba siendo capturada. Y eso le dolía. Lo quería para ella, pero él no haría eso. Tal vez porque ella no podría complacer todas sus atenciones. Todo lo que él necesitaba.

Una de sus rodillas se separó un poco y apoyó su peso contra él. La mano en su hombro descendió hasta su pecho, excedió su tacto donde podía. La mano libre atrapó su nuca. Sus dedos hicieron círculos en su cuello.

Si la iba a separar que lo hiciera pronto o sería tarde. Porque ese árbol podría guardar lo que tanto deseo obtener. Y se convertía en su juguete si es que no hacía algo. Le recorrió un escalofrío y deseo entender como terminó en ese infierno y porque no quería escapar.

Le agradeció. Realmente le agradeció. No admitiría nunca, pero le agradecía. Su mano ya buscaba desatar su corbata. Lo quería para ella, como lo era ya ella para él. Apretó las manos contra su camisa. Respiró agitada. No sería un juguete. Se había salvado. Ella no sería una más.

Cerró los ojos. Acaba de hacer trampa. Sus labios se separaron, suspiró. El alimento de él le hizo sentir escalofríos- Nunca me dejarás ir -le recordó. El pecho se le agitó- y no seré como ellas.

Nunca. Porque nunca te buscaré. Nunca te sonreiré como tonta por tus migajas. No acepto se parte de ellas -apartó la mirada, pero no el rostro.

Apretó sus caderas a él con coquetería- Entonces garantizarme que vendrás a mí -entreabrió los ojos y echó el rostro hacia atrás, exponiendo su cuello- Dime Deacon -murmuró- si crees que he dejado de agradecerte ¿Qué crees que estoy haciendo ahora? -le murmuró sin verlo. Se estaba exponiendo.

Pero era su prometida y quería hacerse valer.

"Porque Deacon, nunca habrá alguien como yo. Nunca" pensó.

Era todo aquello, pues, una situación extrema. Si no era la ropa de él quienes sufrían su odio, sería él. Tanto deseaba lastimarlo, como acariciarlo. Tanta era la necesidad de besarlo como de herirlo. Su sangre era, entonces, un deseo y una venganza. Beberla o desperdiciarla. Si le deseaba la muerte, era con el alma. Pero deseaba que fuese con ella. Llevarlo.

No tenía opción. Simplemente no escaparía. Era de él, su madre la había vendido. No supo desde que momento fue que se dio. Pero ya no había vuelta atrás. Si besaba a otro, sabría que Deacon estaba ahí, de alguna forma. Ya no escaparía. Y eso le asustó.

Era como su padre de joven. Tan vendido y entregado. Peor que su padre, él lo hacía sin amor. Ahí había tantas vampiras que daban testimonio. El magnífico Deacon. El gran Deacon. Simplemente él. Su prometido que volvía locas a todas. Y ella no sería otra. Nunca. Porque compartirlo sería lo peor.

Asintió. Como nunca él tuvo razón. Claro que era una idiota- Tienes razón y si nunca ha sido así, es porque has disfrutado lastimándome -poniéndola al extremo. Sonriendo burlón. Parecía esperar que cayera en tentación y reír. Completó su frase "Será mejor que"- me aparte de tu camino -casi lo empujó.

Lo odiaba, se bajó la falda, que arrugada permanecía levantada. Recordó el deseo de tantos de que fuese vampira. No sabía porque guardaba eso como si fuese un tesoro que regalar. Soltó un gruñido y comenzó a caminar en dirección al bosque. Lejos de su aroma y de la humillación.

Si nunca ha sido ha si, es porque tú eres distinta…. Le miró furioso sintiendo como sus colmillos amenazaban con emerger .. tú no eres hueca, pero si muy tonta si no te habías dado cuenta

Vale, tal vez muy de repente si la lastimaba.. pero era por lo mismo… diablos, ahora aparte de furioso se sentía como un maldito bastardo.

Fue empujado con brusquedad, no se movió solo le vio alejarse. No le entendía, se mordió el labio frustrado

Estas loca! No te entiendo!.... yo nunca te he dicho que te odio, sin embargo tú me lo dices cada que tienes oportunidad… le gritó mientras le seguía, moviendo los brazos bruscamente … y después tu corazón late con fuerza cuando me tienes cerca!.. Entonces… soltó un gruñido frustrante eres una…. Boba… murmuró deteniéndose cerrando con fuerza sus puños

Tonta...
Boba...

¿Y él? Tantas cosas... No podía ni enumerarlas- A veces me pregunto si seguiré siendo interesante cuando te de lo que deseas. Tantas me aseguran que ahí queda tu interés y yo no les quiero creer -igual dolía y se les creía. Después de todo ellas tenían experiencia.

Apretó los ojos y siguió caminando pese a todo. Una loca. Si, muy loca por besarlo hace poco. Muy loca por creer que podría gustarle hasta tal punto. Se gira a él y aprovecha la buena distancia, se clava un colmillo contra la lengua- ¡Te odio! ¡Te odio! Porque solo puede ser eso lo que siento si es tan fuerte que me lastima el pecho y no me deja dormir -caminó hacia atrás.

Un paso a la veces, chocó contra un árbol. Era el día de los árboles. Era el primer día y se volvía loca- Mi corazón es un vendido ¡Como el tuyo! Que te he besado primero y sin ser en los labios parecía morir -le dio las espaldas y comenzó a escalar el árbol, estaba realmente regresando al simbolizmo de su jaula- Pobre de ti, con una prometida boba, tonta -gruñe- que ni se le ocurra verme abajo de la falda -murmuró más para sí.

Apretó los ojos fuerte. Ante la mención del sexo se sonrojo dolida. Si quisiera eso, sabía que se hubiese dado mañas para tenerlo. Más que seguro que ni le costaría obtenerlo. Si ese fuese su único objetivo- Si fuese eso -llevó su mano a su pecho y apretó el collar que tenía en su cuello, una piedra de ónix y en un su centro un círculo de plata. El alma de Tisífone- ya lo hubieses conseguido -gruñó por lo bajo.

Apartó la mirada ¡No mentía! Claro que no mentía. Le dolía el pecho de lo fuerte que su pecho latía.

Soltó su collar y llevó sus manos a su cuello. Como si le fuesen a ahorcar. Pero era ella quien se hería. Las manos en su cuello, se clavaban sus dedos. Las uñas en su fina piel se iban incrustando. Capa por capa- ¿Robar? ¡Robar! ¿Cómo te atreves a decir eso? Si tú ya te has declarado como dueño de todo ¡Te toda mi persona! -le recordó desesperada. Ni en las tragedias griegas que su padre tenía.

Los ojos se le hicieron húmedos y se le turbó la mirada. Mientras subía el árbol, se sentía ciega. Pero testaruda. Él estaba feliz porque siempre sonreía al verla herida. Amaba lastimarla.

Intentó agarrarse de una rama próxima, pero una gran astilla salida se le clavó de lleno en la mano. Gritó. El pie perdió equilibrio. No soltó la rama. La astilla se clavó más. Sus pies perdieron apoyo. La otra mano buscó agarrarse. No lo logró- ¡Deacon! -casi gimió. Pero él ya debía estar lejos. La herida en su mano sangró. Levantó el rostro. El latido de su corazón sonaba contra su oído. Una gota de sangre cayó en sus labios. Otra en su mentón- Deacon.... -no se iba a soltar.

En otro momento hubiese sido diferente. Pero tan agitada y dolida estaba que sus sentidos estaban abrumados. Odio más a Deacon por alterarla.

El sonido de un hueso romperse la asustó. Luego supo que no fue un hueso, sino la rama. Lo supo porque comenzó a caer. La mano herida no soltó ni por un segundo la rama. La dignidad no le hizo gritar más. Ya se imaginó herida a más no poder. Por reflejo se cubrió el pecho con brazos. Las manos sobre el rostro.

Pero el suelo llegó más rápido de lo normal. Como cuando fue niña, había sido capturada. En ese tiempo fue su padre. Los brazos que le rodeaban eran diferentes. Un aroma tan familiar le hizo abrir los ojos lentamente.

En un inicio fue borroso. Luego lo distinguió bien. El dolor se reflejaba en su rostro. Al separa sus labios se quejó y su mano izquierda se cerró entorno a su muñeca derecha. Miró la astilla con odio. Ahora entendía los hombres crucificados. El aroma de su propia sangre le molestó.

Aunque eran solo dos gotas, ella se sentía bañada en sangre. Y su mano tenía una pequeña laguna rojiza. Echó el rostro hacia atrás y miró el árbol- Gracias -y no supo si agradecía al árbol por el momento o a Deacon por salvarla.