Descompuesto [+18]

Se muerde el lado interno de su boca con furia. Acaba de sentirse sucia. Buscó así tapar su pecho. No entendía en que mundo creyó estar haciendo algo bien. Se mordió el labio inferior. Le escuchó recelosa.

Muy dolida, solo aceptó a verlo en un momento. Separó los labios y la furia se notó en su rostro. Respiró hondo- Lo quiero todo -porque lo bueno solo le hacía llorar. Lo bueno le hacía sentirse usada. Lo bueno era cruel y agresivo, pero distante. Prefería todo.

Cualquier cosa era mejor que eso. Nunca se iba a conformar con poco. No era una mendiga. No era una cualquiera. Era su prometida. Tenía derecho.

Le rodeó con sus brazos el cuello. Abrió la boca y le correspondió, sentía tanto rencor. La simple idea de que esto lo hubiese disfrutado otra, le destruía. Lo odiaba por haberla enamorado.

Trastabilló un par de veces. Un paso tras otro. Aquello no se comparaba a la necesidad que sus otras parejas habían demostrado. Deacon podía detenerse en cualquier momento. Lo supo y eso le dolió. Le jaló a ella cuando cayó en la camilla. Arqueó la espalda, el corazón le latió a mil.

Soltó una especie de gruñido molesto al ver que ella disfrutaba aquello

Le tomo por la mandíbula fuerte para poder murmurarle al oído de forma molesta
Te tomare y me iré le informo antes de comenzar a desabrocharse la camisa y terminar botándola a un lado mientras abría las piernas de Catrina colocándolas a cada lado de él y tomándole de las manos con una sola de él, sin permitirle mucho movimiento, mientra su otra mano recorrió el muslo de la chica, aunque el tratara de demostrar su ira, las ganas de tocarla y hacerla suyas se iba volviendo mas obvias mientras le besaba el cuello y buscaba tocar su piel

Apartó la mirada. Le tembló la vida. Aunque tenía derecho. Y ella se lo tenía merecido. No se negó ni le agradó. Las palabras que le había dicho a Sunny llegaron a ella. Tenía que ser masoquista para desear eso.

Ahora lo sabía. Ella era completamente masoquista. Lo quería todo de él. Aunque fuese algo tan cruel. Algo tan malvado. Pero que se sintiese con él. Ya que nada a él le compacía. No podía creer que ninguna propuesta había servido. Este era el extremo que tenía que llegar.

Totalmente extraño. No le molestó la situación. No lo iba a odiar más por esto. Luchó por soltar sus manos pero se estremeció cuando la tocó y cerró los ojos. Se mordió el labio inferior cuando fue a su cuello- No... -gimió. Ella toda la vida se quejó de eso. Cuando oía en Japón esos "no" que sonaban a "si" y el cuerpo mismo lo demostraba, siempre se enojaba. Y ahora entendía que ella también rogaba algo que no deseaba.

Él… era alguien despreciable, un monstruo que era feliz tomando a la fuerza, por eso se refugiaba en la premeditación, en el alejamiento, en parecer alguien… alguien infelizmente simple y galante. Y siempre había preferido mantenerla alejada de sus deseos, por lo menos hasta que el mismo se pudiera controlar, la oyó rogar con un “no”, la sostuvo más fuerte mientras con una mano se desabrochaba los pantalones para después acariciar uno de los pechos de la chica por encima del brasear

Su razonamiento se había desvanecido, nunca había sido más bestia que en aquel momento que besaba con desesperación el cuello femenino, mordiendo, lamiendo, buscando dejar una marca en un lugar visible para alejar a aquellos que se creyeran con algo de derecho sobre ella

Apoyó las puntas de los dedos de los pies contra la cama. Así, levantó las caderas hacia él. No lo pudo controlar y comenzó a gemir abiertamente. Ni siquiera pudo pensar si eso la hacía una más.

Su maldito cuerpo estaba respondiendo. Como nunca. No podía creer que eso era justo lo que deseaba. Era un ser despreciable por sentirse bien.

El pecho le quemaba. Solo se percató de que su pecho se acomodaba perfectamente a la mano de Deacon. Ocultó su rostro contra su brazo atrapado y ahogó ahí sus gritos.

Peor aun, era temer que eso le fuese a gustar en extremo. Allá estaba su dignidad. Algo lejos. Sus caderas volvieron a levantarse y mantuvo su equilibrio solo en la punta de los dedos de sus pies.

Siempre había luchado con sus instintos, e incluso, aun recordaba cuando de niño luchaba por horas mirando al perro que le habían regalado discutiendo en su interior si debía morderlo y matarlo por su sangre o ser un niño bueno y aprender a ver a aquel animal como su mascota y fiel compañero, no como su dulce más cercano.

Se enderezó buscando, en cima de la mesa de meyer más cercana encontró lo que buscaba, tomo la venda, y en menos de dos segundos había atado las manos de Catrina juntas en la cabecera de la camilla, a cabo, ella misma se había desabrochado la camisa, la termino de acostar colocándose ensima de ella, levantándolo el sostén para besar sus pechos con cierta brusquedad, con su respiración agitada, sintiendo como su estúpido cuerpo de adolecente reaccionaba a los movimientos de caderas de la morena golpeó sus caderas contra las de ella

Sabía que no tenía que pensar en eso. Sabía que no debía. Pero una parte de sí se sintió bien. Por lo menos estaba segura que su madre nunca había echo o haría algo así. No podía. Y ella si. Aunque temió que como siempre Deacon se fuese.

Claro que si Tamara veía eso, tomaría a Catrina y se la llevaría. Realmente lejos y nunca la dejaría cerca de Deacon. Ni sabría encontrarla. Pero igual no le importó.

Arqueó la espalda y soltó un grito que ahogó en su brazo. No pudo creer que su cuerpo reaccionara a ese tipo de acción. Y de sus labios escapó un obvio gemido que ocultó mordiéndose el brazo. La presión entre sus caderas era obvio. No sabía si Deacon la deseaba o simplemente disfrutaba de aquello.

Pero no quería que se acabara. No conocía lo mejor de Deacon, pero ahora conocía lo "peor" y lo atraparía como suyo. Intentó soltarse para taparse la boca. Volvió a apoyar todo su peso en la punta de sus pies y apretó su cuerpo a él, luego se dejó caer. Cerró los ojos contra su brazo e intentó no hacer tanto ruido.

Se enderezo poniéndole una mano en la boca, acercando demasiado su rostro con rostro amenazante, el rostro de un obvio asesino, su respiración era agitada así que inhalo muy profundo para que su voz se escuchara clara

me harías el favor… comenzó a hablar mientras su voz se le antojaba ajena, profunda y para nada de él de callarte? alzó una ceja y no espero respuesta bajando a su vientre, tomándola por los muslos Sino.. tendre que ponerte una venda también en la boca completo con cierto cinismo mientras llegaba a lamer su vientre y alzarle la falda, de a poco le quito la pantaleta pasando la punta de sus dedos en sus partes intimas por encima de la ropa

Le miró fijamente. Le quiso temer, realmente lo deseo. Pero no podía negarlo por más tiempo. Amaba al maldito. Mordió su brazo para acallarse y acatar sus órdenes.

Como nunca le haría caso en lo que le fuese a pedir. Solo en ese cubículo se lo aceptaría. Después de ese momento, podría aceptar su destino. Bajó las piernas y se recostó del todo. Ya no se movería ni un poco. Él llevaba el mando.

Ahogó un gemido que se acalló en su garganta cuando le tocó, las piernas apenas y le temblaron. Se concentró en respirar y cerró los ojos. Todo lo que veía era el rostro maniático de Deacon y lo disfrutó.

Se separó de ella mientras se desabrochaba el pantalón, mirando por un par de segundos a catrina en aquella pose.

Polvo de Angel era una droga que afectaba de manera considerable a los Vampiros, les hacía perder el control sobre sus acciones y solo sus instintos eran los que actuaban… seguramente, debía sentirse de la misma manera a como se sentía el ojiverde en esos momentos, también subió a la camilla, tomando una pierna de catrina besando con deseo su pantorrilla subiendo por la cara interna hasta que la acomodo doblada a un costado de él repitiendo la acción con la otra pierna, su respiración era agitada, se inclino sobre ella, recorriendo con la punta de sus dedos su cuello, sus pechos para después apegar su cadera, dando embestidas, preparándola un poco antes de bajar su bóxer e introducirse en ella con cierta brusquedad

[Off: Ya, vamos a ponerle de sobrenombre a Catrina "Polvo de Ángel" como chiste personal xD]

Le llegó su propia sangre a la boca. Entreabrió los ojos apenas al darse cuenta que se había lastimado ella misma. No era mucho y no quiso tragar. Así que permitió que su sangre pintar sus labios. Apoyó sus labios contra la herida.

Abrió los ojos del todo. Le quiso rogar que no en sus piernas. Aunque fuese extraño, sus muslos eran su segundo punto débil. El primero era la espalda, pero con ronces suaves. La piel se le erizó. Lucho por no decir nada. Pero su cuerpo era un promiscuo.

Lo vio así porque sus piernas le permitieron todo. Porque sus piernas temblaron contra sus labios. Y porque su pecho atrancó un suspiro.

La curiosidad mal sana le hizo observarlo. Si él la veía en ese estado. Ella podía echarle un vistazo. Realmente su cuerpo se desquició con la imagen que vio. Oficialmente era una masoquista.

Y pese al boxer sintió placer. Si había pensado en no moverse, no pudo evitarlo. Su rostro se echó hacia atrás y sus labios se separaron. Pero a tiempo cerró su garganta y no dejó escapar sonido alguno. Aunque lo disfrutaba y era obvio. En sus labios el silencio era algo que luchaba por quedarse. Apenas y respiraba por la boca, agitada y el sonido era algo agudo.

Había levantado las caderas apenas. Por eso no lo había esperado. Cerró la boca pero se escuchó el sonido gutular que demostraba que en su garganta se había acallado un grito. El cuerpo entero se estremeció. También cerró los ojos.

Por unos segundos sus piernas se enroscaron contra las piernas de él. Apoyó las rodillas contra el trasero de él. Lo hizo entrar lo más profundo que pudiese y apretó su interior contra su miembro. Otro gemido se ahogó en su garganta. Lo soltó y relajó su interior. Por unos segundos se había sentido unida a él.

Ahora estaba satisfecha hasta espiritualmente. Aunque su cuerpo se volvía loco por él a cada segundo.

Su rostro se encontraba hundido en el estomago femenino, con labios abiertos y respiración jadeante, sus ojos habían sido cerrados ante el esfuerzo por no emitir sonidos el tampoco. Su brusquedad desapareció un momento cuando comenzó a moverse con ternura dentro de ella, besando su piel con cariño y deseo.

Era soprendente como al final, quien le hacía ser una bestia tambien le hacía ser un chico manso.

Con sus manos sostuvo el trasero de catrina para ayudarla a mover las caderas a su ritmo, un ritno profundo pero lento. Sus labios subieron por medio de su pecho hasta su cuello, siempre absorbiendo su aroma y soltando su aliento en su piel, como si deseara dejarle sus marcas personales. Con una mano, liberó el amarre de la chica

Abrió los ojos admirada. Lo sintió tan dulce. Parecía adorarla repentinamente. Y fue eso lo que soltó un suspiro sin poder evitarlo. Se mordió el labio inferior. No quería pensar en nada. Pero los tiernos labios, le recordaban a lo que también era Deacon. Si él podía ver con amor a su madre. Él podía amar. Y también quiso eso.

Levantó sus caderas y flexionó sus piernas. En la posición misma que cuando se arrodillaba. Pero con las piernas separadas. Las caderas suspendidas. En su boca se atragantaba un sonido parecido al de un animal pequeño cuando entraba hasta el fondo.

Cerró los ojos. Cuando le desató ni tocó sus muñecas. Lo primero que hizo fue abrazarlo. Algo instintivo. Respiraba al ritmo de su penetración. Le tomó el rostro con una mano y buscó mirarle. Le observó con ternura y... con amor pese a todo. Le besó apenas los labios y ocultó su rostro en el cuello de él. En su garganta se ahogaban los suspiros que sentía dentro de ella.