Tiempo en el lago

Una mañana loca. Todo un desastre. Le quemaba la boca la sed que tenía. Así que se había escapado un par de veces para beber un par de tragos. Hasta invadir la habitación de su padre se le hizo buena idea. Pero no lo hizo. Era la hora del almuerzo. Los vampiros bebían o se alimentaban en sus cuartos o cazaban a escondidas. Ella aprovechó para recostarse al aire libre. Muy cerca del lago. Aún usando su uniforme escolar.

Bueno, se le hacía cómodo. En volumen bajo, utilizaba su MP4 para escuchar música. Bajo la sombra de un árbol, aprovechaba la ligera brisa para pasar tranquilamente. Además, tenía los ojos cerrados. Sus labios se movían, en silencio, cantando. Sus manos reposaban sobre su abdomen y su pié se movía al ritmo de la música.

En su cabeza, se paseaban las posibilidades. La tentación era grande. Su madre adoraba cazar humanos y beber de ellos ¿Terminaría igual? A veces viendo algunos de sus compañeros, lo creía posible.

Van Canto era de los pocos grupos en inglés que escuchaba. Una batería y el resto eran voces. Solo quería regresa a Japon, ahí hasta se hacía una idol fácilmente. Pero eso sería huir.

De repente se altera y suelta una maldición, sentándose de golpe. El acto la deja frente a frente a una vampira. Baja la mirada, analítica, hacia su tobillo ¿Quién diría que dentro del colegio tendría que cuidarse? Se retiró los audífonos, atenta a sus movimientos.

Así la habían entrenado, era el juguete del grupo de vampiros que rodeaban a su padre. Enmarcó una ceja- ¿Quién? -como se levantó, miró el alrededor, si un profesor veía a esta vampira, vendrían como locos. Peor si era su padre. Por ello se sacudió la ropa y negó- No se quien eres, pero no deberías estar en los terrenos de Medianoche -no era una amenaza.

Escuchó el nombre y levantó la vista. Claro que sabía quien era- De lejos, es popular entre las chicas -soltó el aire de entre sus labios para separar de su rostro un mechón de cabello. Y era la verdad, los chicos coquetos la ponían nerviosa, por eso los evitaba. Y ese chico, era además,, asiático y eso era jugar sucio con su resistencia.

Enmarcó una ceja. Muy atrevida para tratarse de una desconocida. Le miró analítica. Le recordaba a Tamara. Y esta era una asesina de su padre- No, no lo se -declaró secamente. Volvió a su tono del pasado. Sin sentimiento alguno.

Tomó la pulsera y vio como le quedaba en la muñeca. La guardó abajo de otra pulsera, de cuero.

La vio retirarse, sin despegar la mirada de la pulsera dijo en voz alta- ¿Por qué? -le preguntó frunciendo el ceño- ¿Por qué deseas matarlo? ¿Por qué confías en que te llamaré? ¿Por qué no temes que te atrapen miembros de aquí? -consultó.

No la intimidó. El convivir en el mundo de su padre la había echo resistente. Escuchó sus palabras. Cargadas cada una de odio, de venganza. No demostró expresión alguna. Pero en su interior no pudo creer lo que oía. Medianoche albergaba a un asesino. No podía creerlo. El intrigante chico que llamaba su atención. Un asesino.

No le molestaba demasiado. Su padre, su mundo, era sangre. Pero se preocupaba de los alumnos humanos. Ella no podría escapar de un vampiro, pero siempre era salvada. Su padre decía "La Diosa de la fortuna te favorece siempre".

La vio retirarse. No se lo contaría a nadie. Por un momento pensó decírselo a su padre. Pero no pudo. Era una cuestión familiar. Ella acaba de ser involucrada, pero seguía siendolo. Y la familia, solucionaba todo por sus medios- Que sea lo que deba ser -murmuró. Ni siquiera sabía de que lado ponerse. Descuidadamente observó la pulsera que le había dado. Tal vez sería una salvación. Tal vez una trampa. No lo supo, pero miró a la desconocida irse.