15 de Septiembre|Libre
Si alguien creía que el dolor era algo que no tenían los vampiros estaban equivocados, tal vez no fuese de la misma fuerza ni del mismo estilo, pero igual se mantenía como tal. Los vampiros sentía cosas y ella estaba sintiendo algo en ese preciso momento. Una gran sed y no de sangre. No, no tenía la necesidad de beber sangre, le era sin importancia alguna por el momento, lo que ella deseaba era asesinar a un infeliz. Una simple misión.
Desde que era una vampira, no había pasado un mes sin ser el brazo justiciero a los ojos de su amo y su jefe. Ahora curaba humanos en su mayoría, preparaba temprano el agua de "cabellos de virgen" para los dolores estomacales y algunas bebidas frías para relajar ciertos dolores de cabeza. Preparaba recetas caseras y revisaba los medicamentos convencionales.
Pero ahora, tenía un nuevo objetivo, metida en esa bodega polvorienta, ya sin su uniforme dado por la academia, abría y cerraba expedientes antiguos, con el permiso de la directora para movilizarlos a otro lado. No confiaba que estuviesen ahí aunque ya no fuesen útiles. La ética decía que se debían guardar cinco años estos expedientes. Ahí llevaban décadas.
Sentada en una caja, llevaba unos pantalones de cuero y unas botas largas por encima, un top sin tiras blanco y una chaqueta de cuero negra. Planeaba luego dar una vuelta en su motocicleta. Por lo menos eso la distraería. Porque si no se liberaba de su carga. Comenzaría a desear otras cosas. Y eso nublaría su perfección en su trabajo. Tenía el cabello recogido con palos chinos blancos, los ojos muy bien delineados y su pequeño cuerpo parecía el de una muñeca de madera blanca.