Tenía hambre. Demasiada.
Por eso mismo estaba en el bosque. Paseaba de un lado para otro tratando de encontrar un sonido que indicase que una presa estaba cerca. En ese mismo instante divisó una blanca paloma.
-Perfecto- dijo sonriendo y mostrando sus colmillos.
Se acercó poco a poco hasta ella, con pasos sigilosos para no asustarla. Ya estaba suficientemente cerca como para cogerla. Y lo hizo. La paloma luchaba para librarse de las garras de su depredadora pero no pudo.
Los colmillos se hincaron fuertemente en el delicado cuerpo de aquella ave. La sangre, espesa y caliente, le fluía en la boca. Finalmente, tiró a la blanca paloma al suelo y tras limpiarse la boca de sangre, vio que se había manchado la camisa del uniforme de sangre. Tocó la mancha con los dedos, haciéndola desaparecer, y se relamió los labios.
Se alisó la falda y con pasos elegantes volvió hacia Medianoche.